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Articles by Winn Collier

Confiarle nuestro futuro a Dios

En 2010, Laszlo Hanyecz hizo la primera compra con bitcoin (una moneda digital que valía una fracción de un centavo), y pagó 10.000 bitcoins por dos pizzas (que valían 25 dólares). En 2021, esos mismos bitcoins habrían valido más de 500 millones de dólares. Antes de que el valor de esta moneda se disparara, el hombre siguió pagando pizzas con bitcoins, y llegó a gastar 100.000 en total. Si los hubiera guardado, su valor lo habría transformado en un multimillonario. Si tan solo hubiese sabido lo que vendría.

Visión del futuro

Los 300 alumnos de la escuela secundaria de la pequeña ciudad de Neodesha, Kansas, no podían creer que, una pareja vinculada a su ciudad, había decidido pagar becas universitarias para todo estudiante local durante los siguientes 25 años.

Compasión más que amargura

Cuando las torres del World Trade Center cayeron el 11 de septiembre de 2001, Greg Rodríguez murió entre las ruinas. Mientras sus padres sufrían por lo sucedido, también consideraron detenidamente su reacción ante un ataque tan horroroso. En 2002, Phyllis, su madre, conoció a Aicha el-Wafe, madre de uno de los acusados de ayudar a los terroristas. Más tarde, dijo: «Me acerqué a ella con los brazos abiertos. Nos abrazamos y lloramos […]. Hubo un vínculo inmediato entre Aicha y yo; las dos sufrimos por causa de nuestros hijos».

Discernir los caminos correctos

Nadie hubiese creído que el skater brasileño de 16 años, Felipe Gustavo, se convertiría en «uno de los patinadores más legendarios del planeta». Su padre estaba convencido de que su hijo debía perseguir su sueño de patinar profesionalmente, pero no tenía dinero. Entonces, vendió su auto y llevó a Felipe a la renombrada competición de patinaje sobre tabla Tampa Am, en Estados Unidos. Nadie había oído hablar de él… hasta que ganó.

Toda la casa

Vestido con su mono a rayas, Santiago cruzó el húmedo gimnasio de la cárcel y se metió en la piscina portátil donde el capellán de la prisión lo bautizó. Pero su gozo se multiplicó cuando se enteró de que su hija, también reclusa, se había bautizado el mismo día… ¡en la misma agua! Cuando se dieron cuenta de lo que había sucedido, incluso el personal se emocionó.

Cuidarnos los unos a los otros

José, un maestro suplente de 77 años, vivió en su auto durante ocho años. En lugar de usar el dinero destinado al alquiler, José lo enviaba a muchos familiares en México, que lo necesitaban más. Temprano cada mañana, uno de los exalumnos de José lo veía hurgar en el baúl del auto. «Sentí que tenía que hacer algo al respecto», dijo el hombre. Así que organizó una recaudación de fondos y, semanas más tarde, le dio a José un cheque para ayudarlo a pagar un lugar donde vivir.

Basta de orfandad

Guy Bryant, soltero y sin hijos propios, trabajaba en el departamento de bienestar infantil en Nueva York. Todos los días enfrentaba la gran necesidad de conseguir padres de acogida y decidió hacer algo al respecto. Por más de diez años, albergó a más de 50 niños, cuidando una vez a nueve al mismo tiempo. «Cada vez que me daba vuelta, había un niño que necesitaba un lugar donde quedarse —explicó—. Si tienes el lugar en tu casa y en tu corazón, simplemente lo haces. Ni siquiera lo piensas». Bryant les ha mostrado el amor de un padre a muchos.

Sanidad para todo el mundo

Escondido en un remoto desfiladero del oeste de Eslovenia, un centro médico secreto (Hospital Franja Partisan) albergaba a un numeroso personal que atendió a miles de soldados heridos durante la Segunda Guerra Mundial; todo a escondidas de los nazis. Aunque evitar que ubicaran el lugar es en sí una hazaña, más notorio es que el hospital (fundado y dirigido por un movimiento de resistencia esloveno) atendía a los soldados de los ejércitos aliados así como a los del Eje. Se recibía a todos.

Algo profundo y vinculante

Amina, una inmigrante iraquí, y José, norteamericano de nacimiento, asistieron a una protesta política en bandos opuestos. Se nos ha enseñado a creer que los que están separados por la etnia y la política se rechazan profundamente. Sin embargo, cuando una pequeña turba abordó a José, tratando de quemarle la camisa, Amina corrió a defenderlo. «Pienso que no podríamos haber estado más alejados como personas —dijo José a un reportero—; y aun así, fue una especie de acuerdo momentáneo de que “eso no está bien”». Algo más profundo los unía.

La lucha feroz

En 1896, un explorador llamado Carl Akely se encontró en una zona remota de Etiopía, perseguido por un leopardo enorme. Recordaba: el animal se abalanzó, tratando de «hundir sus dientes en mi garganta». Pero falló, y le desgarró el brazo izquierdo con sus hambrientas mandíbulas. Ambos rodaron en una larga y feroz lucha. Akely perdía fuerzas, y todo «se convirtió en una cuestión de quién se rendiría primero». Con la poca fuerza que le quedaba, pudo asfixiar con sus manos al enorme felino.